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The Untold Story of the Cuban Five Which Side Are You On? by Ricardo Alarcón de Quesada FBI officials received a huge amount of concrete, detailed information about anti-Cuban terrorist groups, including their exact locations, with addresses and phone numbers, photographs and tape recordings describing sinister plans in their own voices and many other data. At no time did they protest or express concern regarding Cuba’s ability or methods used to obtain such precise evidence. They just thanked us and asked for some time, arguing that they got more evidence, far much more, than what they could have expected. When Gabriel García Márquez met President Clinton’s closest advisors at the White House on May 6, 1998, nobody asked how Cuba had unveiled those terrible plots. One of the American gentlemen just said, “We have common enemies.” It was exactly the same on every other occasion when we met in Havana, Washington or elsewhere to discuss with American officials the information we had on terrorist attempts. They never complained in any manner, directly or indirectly--not even in a whisper. US officials never objected to our investigative efforts for some very obvious reasons. The history of violence and terror against Cuba is quite long – has lasted so far half a century – and is very well documented in an extensive bibliography partially registered in the US Congressional Record and also available in declassified, or not yet so, official papers with which our American counterparts, we should assume, are well familiar. With such a background Cuba has the right (even the inexcusable obligation) to protect itself and its people and to discover what may be in the making among those who try to cause material damage and human suffering. This is the universally recognized principle of self defense. The Americans were very well aware of that. As they surely remembered, when we learned about an assassination attempt against President Reagan we promptly shared the information with them, the Great Communicator’s antipathy towards Cuba notwithstanding. Washington did not complain then, but expressed thankfulness. They also knew that Cuba is just a small island in the Caribbean, with a population a little above 11 million people. Cuba does not have satellites getting data from outer space, neither has it any of the extremely sophisticated devices that are in common use by the American and other Big Powers intelligence services. Cuba only has human intelligence. Something that is admitted now as indispensable in the United States, something that would have saved many American lives if it had been aptly used by the US before the terrible events that shook America in 2001. And ours is not paid human intelligence. We have never spent money, as others do by many billions, to buy information or contract with expensive agents around the world. We depend on the generous heroic sacrifice of youngsters like Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando and René. Long before the heinous attacks of 9/11, Gerardo Hernandez Nordelo said these simple truths to an American Court that regrettably was unwilling to listen:
When Gerardo wrote those words many of the individuals, who would later use civilian aircraft as lethal weapons against Americans, were finalizing their training right there in Miami. But the local FBI did nothing to frustrate their horrendous project. They didn’t have time for that. Their time was devoted exclusively to protecting their own terrorists by persecuting and punishing Gerardo and his comrades. The FBI, at least in Miami, was not fighting terrorism. Neither was it preventing criminal attacks against Americans or Cuba. It was on the other side of the fence. Ricardo Alarcón de Quesada is president of the Cuban National Assembly. Previous articles in the series: |
La Historia no contada de los Cinco ¿Y Tú De Que Lado Estás? por Ricardo Alarcón de Quesada Los oficiales del FBI recibieron una gran cantidad de información detallada y concreta acerca de los grupos terroristas anti-cubanos, incluyendo sus localizaciones exactas, con direcciones y números telefónicos, fotografías y cintas grabadas en las que describían, en sus propias voces, siniestros planes y muchos otros datos. En ningún momento ellos protestaron o expresaron preocupación en relación con la capacidad de Cuba o los métodos utilizados para obtener evidencias tan precisas. Solamente nos agradecieron y solicitaron algún tiempo, argumentando que habían obtenido más evidencia, mucha más de la que ellos podían haber esperado. Cuando Gabriel García Márquez se reunió con colaboradores cercanos del Presidente Clinton en la Casa Blanca el 6 de mayo de 1998, nadie preguntó cómo Cuba había descubierto esos terribles complots. Uno de los caballeros norteamericanos solamente dijo, “Tenemos enemigos comunes.” Fue exactamente lo mismo en cada ocasión que nos reunimos en la Habana, Washington o en cualquier otro lugar para discutir con los funcionarios norteamericanos la información que teníamos sobre atentados terroristas. Nunca se quejaron de ninguna forma, ni directa ni indirectamente, ni siquiera en susurro. Los funcionarios norteamericanos nunca objetaron nuestros esfuerzos investigativos por algunas razones muy obvias. La historia de violencia y terror contra Cuba es bastante larga – ha durado hasta ahora medio siglo – y está muy bien documentada en una extensa bibliografía registrada en los archivos del Congreso de Estados Unidos y también está disponible en documentos oficiales desclasificados, o en los que aún no lo han sido, los cuales, debemos asumir, son bien conocidos por nuestras contrapartes norteamericanas. Con tales antecedentes Cuba tiene el derecho (incluso la inexcusable obligación) de protegerse a sí misma y a su pueblo y de descubrir qué están tramando aquellos que tratan de causar daño material y sufrimiento humano. Este es el principio reconocido universalmente de la legítima defensa. Los norteamericanos estaban muy concientes de eso. Como seguramente recordaban, cuando conocimos de un intento de asesinato contra el Presidente Reagan y rápidamente compartimos con ellos la información, a pesar de la antipatía del Gran Comunicador hacia Cuba. Washington no protestó entonces, sino que expresó agradecimiento. Ellos también sabían que Cuba es solamente una pequeña isla en el Caribe, con una población de un poco más de 11 millones de personas. Cuba no tiene satélites captando información desde el espacio ultraterrestre, tampoco tiene ninguno de los dispositivos extremadamente sofisticados que son de uso común para los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de otras grandes potencias. Cuba tiene sólo inteligencia humana. Algo que ahora es admitido como indispensable en Estados Unidos, algo que hubiera salvado muchas vidas norteamericanas si hubiera sido utilizado acertadamente por parte de Estados Unidos antes de los terribles hechos que estremecieron a ese país en el 2001. Y la nuestra no es un inteligencia humana a sueldo. Nosotros nunca hemos gastado dinero, como otros que gastan muchos billones, para comprar información o para contratar caros agentes en todo el mundo. Nosotros dependemos del sacrificio generoso y heroico de jóvenes como Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René. Mucho antes de los atroces ataques del 11 de septiembre, Gerardo Hernández Nordelo dijo estas simples verdades a una Corte norteamericana, que lamentablemente fue incapaz de escucharlas: "Cuba tiene derecho a defenderse de los actos terroristas que se preparan en la Florida con total impunidad a pesar de haber sido una y otra vez denunciados por las autoridades cubanas. Es el mismo derecho que tienen los Estados Unidos de tratar de neutralizar los planes de la organización del terrorista Osama Bin Laden que tanto daño ha causado a este país y que amenaza con seguir haciéndolo. Estoy seguro que los hijos e hijas de este país que cumplen esta misión son considerados patriotas y su objetivo no es amenazar la seguridad nacional de ninguno de los países donde esas personas se refugian." Cuando Gerardo escribió esas palabras muchos de los individuos, que más tarde usaron aviones civiles como armas letales contra norteamericanos, estaban finalizando su entrenamiento ahí mismo en Miami. Pero el FBI local no hizo nada para frustrar su horrendo proyecto. No tenían tiempo para eso. Su tiempo estaba dedicado exclusivamente a proteger a sus terroristas persiguiendo y castigando a Gerardo y sus compañeros. El FBI, al menos en Miami, no estaba combatiendo al terrorismo. Ni tampoco estaba evitando los ataques contra los norteamericanos ni contra Cuba. Estaba del otro lado de la cerca. |
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