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Terror en la memoria e impunidad en El Paso

por Percy Francisco Alvarado Godoy
4 de abril de 2007

Mientras el terrorista Luís Posada Carriles se encuentra inmerso en un cuestionado proceso judicial ante un tribunal federal de El Paso, Texas, en el que la defensa pretende obstinadamente presentarlo como "una persona anciana y enferma que no amenaza la tranquilidad de nadie", se cumplen diez años de los atentados con bombas ocurridos en Ciudad de la Habana y Varadero y dirigidos contra instalaciones turísticas ubicadas en esas localidades. Para nadie resulta hoy desconocido que fueron Posada Carriles y sus socios de la Fundación Nacional Cubano Americana quienes organizaron y dirigieron esos actos terroristas. Solo la ceguera y complicidad de las autoridades norteamericanas pueden exonerarlos y presentarlos como luchadores "por la libertad".

En una audiencia realizada ayer en El Paso ante la jueza Kathleen Cardone, el defensor del terrorista, Arturo Hernández, trató durante casi cuarenta minutos de lograr que su defendido fuera puesto en libertad provisional hasta la realización de la vista el próximo 11 de mayo, bajo el dudoso argumento de que los riesgos de una posible fuga del acusado resultan improbables. ¿Se habrá olvidado este señor que Posada Carriles ha sido un consumado maestro de fugas y escapes, siempre apoyado por oscuras decisiones de cómplices y amañadas corruptelas?

Hernández declaró ante la jueza Cardone que se consiguió un respaldo de fianza con una propiedad cuyo valor oscila cerca de $2.5 millones de dólares, y cuyo propietaria se aduce que es una cubana nombrada Judith García, así como otra suma superior a los 100,000 dólares "recaudadas" por grupos de Miami. La inusual aparición de esta propiedad y de la otra suma de dinero para reforzar la fianza del terrorista, no hace otra cosa que enrarecer aún más el viciado ambiente de este proceso y pone sobre el tapete nuevas confabulaciones de la mafia miamense para lograr la liberación del terrorista.

En una sala en la que no se permitió la presencia de testigos, el fiscal John Van Lonkhuyzen, rememoró el pasado terrorista de Posada Carriles y su complicidad en la voladura del avión de Cubana en 1976. Triste trabajo el de este fiscal cuyo gobierno, con independencia de los argumentos que esgrimió el funcionario de la fiscalía, ha sido incapaz de juzgarlo por esos crímenes y parece ser ciego ante el reclamo internacional para que sea extraditado y pague por sus delitos en Cuba o Venezuela.

Mientras se realizaba la audiencia, cerca de dos decenas de socios de Posada Carriles, provenientes de Miami y los Ángeles, permanecieron afuera de la corte. No resultó extraña de la presencia allí de varios terroristas pertenecientes a la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos o Brigada 2506, Cuba Independiente y Democrática (CID) y la organización de Ex Presos Políticos. Estas organizaciones, al igual que Posada Carriles, están involucradas en múltiples hechos terroristas en Cuba y jamás han sido juzgados o condenados por ello.

Las cómplices o desmemoriadas autoridades norteamericanas parecen obviar un hecho trascendental dentro del proceso de El Paso: Tanto Posada Carriles como sus socios de la FNCA y otras organizaciones terroristas radicadas en Estados Unidos, han tenido el permanente objetivo de deponer por cualquier vía al gobierno cubano. Nada ha importado en sus funestos propósitos el daño causado a los cubanos: la pérdida de 3 478 vidas humanas, heridas e incapacidad a cerca de 2 099 personas y cuantiosos daños materiales.

Hoy el mundo conoce que las acciones terroristas perpetradas por Posada Carriles y sus acólitos, sobre todo en la década pasada, tuvieron como diana a la economía cubana dada su vulnerabilidad a comienzos de los noventa. Golpear al naciente y priorizado turismo, con la finalidad dejar al país sin los pocos ingresos que trataba de obtener y agudizar la difícil situación económica, a la vez que presentar ante mundo un clima interno de oposición y fomentar el descontento social dentro de la Isla, fueron los propósitos indudables del terrorismo contra Cuba.

Mucho antes de los atentados con bombas ocurridos en la Habana, de los que se cumplen diez años, la alta dirección de la FNCA y otros grupos terroristas, así como el propio Posada Carriles, se propusieron desarrollar acciones terroristas contra instalaciones turísticas cubanas.

El accionar terrorista se enmarca dentro del mismo fin desestabilizador de mediados de los noventa y entre ellos se destacan:

- Ataque contra el hotel Meliá Varadero por parte de un team de la organización Comandos L. (7 de octubre de 1992)

- Detención del ciudadano mexicano Marcelo García Rubalcava, residente en los Estados Unidos, quien fue enviado a Cuba por Alpha-66 con el propósito de atentar contra instalaciones turísticas. (2 de septiembre de 1993)

- Tres ataques contra el hotel Guitart Cayo Coco por parte de terroristas de Alpha 66, realizados el 11 de marzo de 1994, el 6 de octubre de 1994 y el 20 de mayo de 1995, respectivamente.

- Reclutamiento del ciudadano cubano Orfiris Pérez Cabrera para envenenar ganado vacuno, realizar actos vandálicos contra automóviles extranjeros y realizar atentados contra instalaciones turísticas de La Habana, por parte del terrorista Luís Zúñiga Rey en 1993.

- Reclutamiento de mi persona por la FNCA en Miami, desconociendo mi condición de agente de la Seguridad del Estado de Cuba, para perpetrar acciones terroristas contra instalaciones turísticas, como el cabaret Tropicana, en 1994.

Investigaciones posteriores han permitido concluir que la incorporación de la FNCA y del grupo centroamericano de Posada Carriles al terrorismo contra Cuba, teniendo en cuenta la disponibilidad de abundante financiamiento y la experiencia subversiva de varios de sus miembros, entre los que se destacan el propio Posada, Gaspar Jiménez Escobedo, Arnaldo Monzón Plasencia, los Novo Sampoll, Pepe Hernández, Zúñiga Rey y otros, provocó un incremento de las actividades violentas contra el turismo en Cuba.

Las condiciones para ejecutar la oleada terrorista de los años 1996 y 1997, fueron creadas en Miami, por terroristas radicados en Estados Unidos y Centroamérica, bajo la anuencia y silenciosa complicidad de las autoridades norteamericanas. Fueron una treintena de bombas las colocadas en hoteles e instalaciones turísticas cubanas. De ellas solo 11 explotaron.

Estos hechos se recuerdan en estos días por todo el pueblo cubano y por un desconsolado padre italiano. Mucha rabia y deseos de justicia reclaman no solo las víctimas directas, sino aquellos que aman la paz y condenan honestamente al terror.

Otros colegas de la prensa hacen detallados recuentos de estos hechos al conmemorarse diez años de tan criminal acción contra los cubanos. Por mi parte, me limito a exponer mi asombro y rechazo por la farsa que se comete en El Paso, así como mi repudio hacia una jueza, varios fiscales y varios indolentes defensores, incapaces de hacer valer la justicia. Detrás de ellos, desde luego, hay un culpable mayor: un gobierno que protege terroristas y condena con saña a quienes defienden la vida humana del terror.

 

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