I
Miami ante mis ojos. Me desvelo.
Un terco endecasílabo rebota
entre la lucidez de un rascacielo
y la tragedia de la ducha rota.
Por la ventana miro el sol naciente
encender los cristales refractarios,
en toda dirección anda la gente
con quienes hago un mundo imaginario.
Los cruceros de la Royal Caribbean,
el McDonald’s, el colegio, los bancos,
el sin techo hurgando en la basura,
la vendedora bajo su sombrilla
siguen ahí y yo vuelvo a mirarlos desde el “hueco”,
es decir, “desde mi altura”.
II
Asi le llaman: el Down Town de Miami,
masa de hierro, hormigón y vidrios.
Por el día un auténtico hormiguero.
Por la noche un lugar hosco y vacío.
Símbolos del poder y la opulencia:
sus cada vez más altos edificios:
bancos de transacciones millonarias,
residencias de escasos inquilinos.
En Ia cosmética urbanización
hay parqueos para incontables autos.
Y no sé bien cómo decirlo en verso
pero lo que más llama mi atención
es que el sistema de transporte público
quienes más lo utilizan son los negros.
III
Otra vez overall color naranja.
Otra vez soledad entre ladrillos.
Otra vez colchón roto sin almohada.
Otra vez griterío en el pasillo.
Otra vez cambiar ropa a la semana.
Otra vez diminuto lapicito.
Otra vez de milagro: una Ilamada.
Otra vez caminata sin destino.
Otra vez jaula para “recrearse”.
Esta vez ni siquiera dan café.
Otra vez piso sucio, ducha fría…
Otra vez un “cop-out” para quejarse,
No responden, por supuesto, otra vez.
Otra vez “hueco” y otra vez “poesía”. |